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Napa & Sonoma

¿Cuándo fue la última vez que pediste un vino de California para acompañar tu cena en un buen restaurante? ¿No lo has hecho? Quizá es hora de reconsideralo. Los vinos de California son todo un negocio y su calidad mejora con cada cosecha. Para comprobarlo viajamos al corazón de la región vitivinícola: los valles de Napa y Sonoma, en el norte de California.

Despertamos una fresca mañana típica de San Francisco y nos dirigimos al norte por la carretera 101. Nuestra travesía por el centro de la ciudad, a través del puente Golden Gate y más allá de Sausalito, nos condujo hasta la entrada de Sonoma, unos 45 minutos después de haber cruzado el puente. Paramos en la vinería Viansa, una villa estilo toscano en la cima de una pequeña colina. El nombre de Viansa se deriva de la abreviatura de Vicky y Sam Sebastiani, quienes fundaron esta pequeña vinería en 1989. Más que una planta productiva, Viansa se dedica a promover un estilo de vida en el que vino y comida van de la mano. Los vinos elaborados en Viansa sólo se distribuyen a nivel local; su producción está limitada a 75,000 cajas por año. Sus jardines son espectaculares: cuentan con mesas para picnic, perfectas para un lunch gourmet. La vinería también tiene dos bares para catar vino y una extensa variedad de productos elaborados en su propia cocina. En uno de estos bares probamos su Ossidiana ’99 Cabernet Sauvignon y su Viansa Reserve ’98 Cabernet Sauvignon que resultó digno de llevarlo a casa. Te recomendamos preguntar por las cosechas de reserva, la mejor parte de su producción de vino.

Cline: La escencia relajada de Sonoma
El trayecto hacia los viñedos de Cline dura sólo unos cinco minutos por el mismo camino, pero se trata de una experiencia totalmente diferente. La vinería de Cline se localiza en una propiedad llena de nogales, manantiales naturales y estanques. Se construyó en lo que antiguamente fue una misión; atestiguan su origen una gran cruz y un salón de adobe para la degustación. Cline tiene mucho carácter, desde sus exóticas aves hasta un antiguo vagón de tren que sirve también como salón de degustación. Pero no permitas que esta fachada excéntrica te engañe: Cline es un productor de vinos serio. Tuvimos la fortuna de que nos guiara el enólogo en persona, Charlie Tsegeletos. Éste fue nuestro primer encuentro con la esencia de Sonoma: educar sobre el vino sin intimidar.

Charlie nos guió, paso a paso y usando un lenguaje accesible, durante el proceso para la elaboración del vino. “Aquí es donde el enólogo toma la primera decisión importante: qué tanta cáscara y semilla deberán filtrarse tras la primera prensa de las uvas. Estas decisiones definen el sabor del vino que algún día probarás en tu copa”. Podemos decir que se trata de “decisiones presionantes”. Luego de prensar y filtrar las uvas, el líquido se lleva a grandes tanques de almacenamiento. En Cline, estos tanques –de 60 mil galones– están hechos de acero inoxidable, lo que facilita mantener una temperatura controlada. Tras varios meses, el vino se transfiere a barriles de roble y se almacena durante diferentes periodos, dependiendo del tipo de vino. Una botella normal de Syrah o Zinfandel de diez dólares tarda entre un año y medio y dos en llegar a nuestra mesa. Después de este tour, estábamos listos para degustar el producto terminado. Charlie nos dejó con David Larson, un verdadero amante apasionado que nos sirvió cada vino contándonos una historia y nos compartió sus sugerencias de maridaje. Según David, el secreto para combinar la comida y los alimentos está en la salsa y especias que se empleen.

Una pausa apetitosa
La plática de David nos abrió el apetito. Aunque nos habría encantado pasar la tarde con él, preferimos ir al centro de Sonoma a comer. A sugerencia de David, comimos en el restaurante The Girl and the Fig: un bistro estilo francés, pintado en tonos de naranja y amarillo… ¡Delicioso! Probamos la ensalada de higos y piñones y la acompañamos con un Chardonnay, conforme a lo que habíamos aprendido. Empezamos a descubrir lo que provoca hacer un viaje a esta región: compartir la pasión por los paisajes, la comida, las personas y el buen vino.

Sebastiani: la tradición familiar
Nos dirigimos hacia la vinería Sebastiani, la más reconocida de Sonoma. Fundada en 1904 por Sam Sebastiani, de origen italiano, hoy sigue siendo un negocio de la familia. Kelly Conrad, nuestra guía nos condujo a la galería principal, donde hay dos grandes bares de cata y una tienda gourmet. La vinería es una de las más antiguas en California. Solíamos ser uno de los mayores productores de vinos en la zona, con alrededor de 8 millones de cajas por año, pero hemos decidido descontinuar algunas de las otras marcas que manejábamos, porque la marca Sebastiani se estaba perdiendo. Ahora nos concentramos en elaborar un vino de alta calidad”, explicó Kelly. Su producto estrella, Cherryblock, se vende en alrededor de 75 dólares cada botella. “Proviene de un antiguo viñedo con un sabor muy concentrado y uniforme. Es un vino ideal para comprarlo y almacenarlo. Tiene una larga vida y con los años, los taninos del vino se suavizarán y emergerán los sabores”, nos explicó.

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